Gorkula

Small Cheval, hamburguesas buenas en Chicago

No solo de pizza vive el hombre y viviendo en los Estados Unidos de América sería una falta de respeto no comer una hamburguesa de vez en cuando.

Ayer por fin las temperaturas subieron de los 10°C. Las dos semanas anteriores se mantuvieron bajo cero con picos a -20°C. Para celebrar que durante unos días no tenemos que llevar doble calcetín decidimos salir a comer por ahí.

Hasta hoy solo conocía Small Cheval de pasada. Un día dando vueltas por Wicker Park acabé sentado en uno de sus bancos pero no era el momento de comer una hamburguesa. Apunté el local en mi lista. Pensaba que era una única hamburguesería pero resulta que es parte de una cadena. Según la web ahora mismo hay 6 Small Cheval en Chicago.

No solo es una cadena de hamburgueserías sino un grupo de restaurantes llamado Hogsalt. De todo esto me he enterado a posteriori, buscando información del local en internet. Lo más sorprendente de todo el asunto es que he estado en otros dos de los restaurantes del grupo y no sabía ni que estaban relacionados. High Five Ramen (del que debería haber escrito aquí pero no lo hice y ahora no me atrevo porque hace demasiado que fui y solo recuerdo que me gustó mucho) y el Green Street Smoked Meats, que está al lado del High Five Ramen. A este último fui a tomar una cerveza mientras esperaba para comer ramen y acabé probando una salchicha y una ensalada de patata. Lo dejé apuntado para volver a explorar con más intensidad.



La idea era comer en el local porque últimamente pasamos demasiado tiempo en casa. Al llegar vimos que solo tenían mesas en el patio y en la acera y no tenían estufas. Los bancos estaban parcialmente cubiertos de nieve.

Dentro del local había bastante gente esperando y fuera había una pareja decidiendo si comer en los bancos o irse a casa. Todos pensamos igual y acabamos yendo a casa a pesar de que por fin la temperatura era más o menos buena. Me resulta extraño decir que hacía buena temperatura habiendo nieve fuera pero lo de los días anteriores fue tan excesivo que tengo el termómetro averiado.

Nada más entrar se ve una mesa gigante con decenas de bolsas preparadas para llevar. La cola para pedir va hacia la izquierda, y a la derecha hay una zona de espera con agua, servilletas y cubiertos.

Me gustó mucho que al lado de la caja registradora había un cartel con las opciones. Hamburguesa normal ($9) o con queso ($11). Todas vienen con mayonesa, pepinillo y alguna cosa más. Le puedes poner bacon ($2). Patatas fritas ($5).

Los precios los he puesto de memoria porque venían con centavos. Pagamos $38 por una hamburguesa normal, una con queso y bacon, unas patatas y dos refrescos.



Al abrir el envoltorio una sonrisa se dibujó en mi cara. Cuando pedí las hamburguesas no tenía ni idea de cómo iban a ser. La grata sorpresa fue ver una hamburguesa de aspecto contundente que iba a ser capaz de comer sin que se me desencajara la mandíbula ni se saliera todo su contenido.

El pan era esponjoso y resistente. Tiene pinta de ser lo que los que ven Master Chef llaman brioche. La textura era agradable y no tenía un sabor que eclipsara al contenido.

En su interior un par de hamburguesas (patties las llaman aquí) finas, jugosas y con mucho sabor. Nada de marcianadas maduradas como está de moda ahora en España con aberraciones como Hundred.

El queso es el típico americano. No especificaban el tipo pero imagino que es American cheese (procesado a base de cheddar). La textura era buena y el sabor no era fuerte dejando saborear la carne y el bacon, que son las estrellas del espectáculo.



A no ser que sea muy evidente soy fatal para distinguir si las patatas de restaurante son congeladas o no. Me atrevería a decir que estas no lo son. A pesar de que la foto es basura pura, la ración es generosa. Las patatas son consistentes y están fritas al punto exacto. Crujientes por fuera, pero no demasiado y blanditas por dentro. Tienen sal por encima pero no demasiada.

La prueba de que las patatas estaban deliciosas es que no las mojamos en ningún tipo de salsa.

Por $38 me hubiera gustado poder comer sentado en los bancos del local. Cuando pago por la comida considero que estoy pagando también el alquiler del local y por lo tanto quiero disfrutarlo. Si nadie te lo lleva a la mesa y ni siquiera usas la mesa, ¿no debería ser más barato? ¿Por qué te piden propina si no hay camarero? Esto son misterios que todavía he de desentrañar.

Me he dado cuenta de que estos son los precios en la ciudad de Chicago. Algo de comer que sacie y una bebida rara vez baja de los $20 por persona a menos que sea happy hour.

La comida me ha encantado y es todo lo que le pido a una hamburguesa. Tengo bastante claro que he de regresar en cuanto el sol empiece a asomar más a menudo y no sea una locura salir en pantalón corto a la calle. ¡La próxima vez me la como en el patio!
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Pepperoni Pizza de Home Run Inn

Home Run Inn es una cadena de pizzerías de Chicago. Hay dos maneras de saber esto: lo pone en la caja y en la imagen la pizza aparece cortada en cuadraditos.

Tengo un par de sus restaurantes localizados aunque nunca he tenido la ocasión de entrar. Tienen fama de caros y a mi eso de pizza y caro en la misma frase me chirría. La pizza es la comida del pueblo. Es el alimento básico. Ver Premium Pizzeria escrito en la caja me hace querer llorar.


El diámetro de la pizza es 12” (30cm). Normalmente me como una pizza de este tamaño yo solo pero esta vez decidimos compartirla mientras veíamos Temblores. Pensando que sería poco nos hicimos una ensalada para acompañar. Juro que lo hicimos porque nos apetecía, no por compensar la gordura con verdura.

Me comí la ensalada primero y luego empecé con mi parte de la pizza. No creo que hubiera podido comerme una pizza entera aunque no hubiera comido nada antes. En un momento hablaré de la consistencia.

En las fotos puede observarse que no son muy generosos con el pepperoni. Como esta es la única pizza de Home Run Inn que he probado no sé si fue casualidad o es marca de la casa. Compararé cuando vaya al restaurante.

Con lo que sí son generosos es con el queso. Cremoso y abundante. Tiene todo el que le faltó a la Deep Dish de Red Baron.

El proceso de cocinado es precalentar el horno a 450°F (232°C) y luego meter la pizza al horno entre 15 y 17 minutos. Siempre pongo un temporizador unos minutos menos de los indicados para prevenir desastres. En este caso a los 13 minutos la pizza ya estaba lista.

Todavía no he interiorizado lo de estar viviendo en Chicago así que la corté en triángulos y no en cuadrados. Lo siento si te he ofendido. Y ya que estamos también confieso que la corté con cuchillo porque no tengo cortapizzas.



Al sacar la pizza del horno noté algo extraño. La pizza se mantenía tiesa. No se doblaba como los relojes de Dalí. Al cortarla también noté cómo la manera más eficiente de hacerlo era poniendo el cuchillo sobre la pizza y aplicando presión sobre la hoja hasta escuchar el crujido de la masa.

Una vez preparado para hincar el diente, cogí la pizza y me fijé en la masa. No tiene burbujas como la masa normal o el pan. Está formada por finas capas de masa que se superponen. Como un croissant. Al morder se nota cómo los dientes van atravesando capas de fina masa una tras otra. El sabor de la masa me recordó a las napolitanas de jamón y queso del Mercadona. Supongo que esto es bueno si hablamos de comida basura y malo si hablamos de una pizza premium.

El borde de la pizza no era esponjoso sino crujiente y compacto. Al morderlo dejaba caer migas.

Pagué $7.33 por ella en el Aldi. En otros sitios la tienen a $7.99 y en la web oficial te venden tres por $91.99. Pensaba que era un error pero los comentarios de la web lo confirman. Desde aquí te digo que si estás dispuesto a gastar ese dinero, yo te las llevo y me quedo la diferencia.

Por el precio que pagué me parece una buena pizza. No la pizza que me comería cuando me apetece una pizza pero sí la pizza que me comería cuando me apetece una pizza pero estoy cansado de la pizza de siempre.
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He empezado Bird by bird de Anne Lamott y a las pocas páginas he encontrado esta joya.

No tengo pensado empezar ningún proyecto ni pequeño ni grande de escritura. Creo que se puede aplicar a todo en la vida en general. Los lunes son para llorar.

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Red Baron Deep Dish pepperoni pizza

Esta vez fui yo solo al supermercado. Tenía que comprar una única cosa: bolsitas de plástico para congelar comida. Acabé comprando varias cosas que no necesitaba y seguramente contribuyan a perjudicar mi salud.

Por $4.29 adquirí una caja con dos mini deep dish pizza de pepperoni de la marca Red Baron. Esta marca es fácil de encontrar en cualquier tienda con sección de congelados y las he visto en varias casas. Ya he probado la pizza normal de pepperoni y quería ir un paso más allá.



La ración es una pizza. 159 gramos y 430 calorías. Curioso que conteniendo dos pizzas el total de calorías de la caja sean 850.

Como no sé mucho de nutrición simplemente dejo una foto del contenido. Sin tener mucha idea creo que estas pizzas son bastante malas para la salud. Comerse las dos representa un 94% de las grasas saturadas recomendadas para un día entero y el 88% del sodio.

No creo que haga falta decirlo pero lo diré de todos modos. El tamaño de la ración es ridículo. Una persona se puede comer tranquilamente las dos pizzas. Tuve que hacerme un sandwich de pavo después porque tenía mucha hambre.


El modo de preparación es sencillo. No tengo microondas así que las hago al horno. Precaliento a 375°F (unos 190°C). Cuando suena la campanita pongo las pizzas sobre un papel y las introduzco a una altura media. En 22 minutos están listas.

Mi experiencia con las pizzas congeladas es que se encogen bastante al pasar por el horno. Felizmente este no ha sido el caso. Ya son bastante pequeñas como para ir menguando.

El horno que tenemos en casa es bastante cutre y seguro que pierde calor y es ineficiente. Las pizzas cogen un tono dorado pero no llegan a estar crujientes. La masa está algo dulce y recuerda más a una tartaleta de manzana que a una deep dish pizza. No está mala pero no es la masa que esperaría para una pizza así.


Los toppings están ricos. El pepperoni debe ser el mismo que usan para las otras pizzas pero esta vez en vez de poner la rodaja entera lo han puesto troceado. Una pizza tenía un montón y la otra no tenía casi, así que me he tomado la libertad de reordenarlo al gusto.

La esencia de las deep dish pizza es el relleno. En este caso el pepperoni venía esparcido por la superficie, pero si vas a un restaurante y la pides de salchicha (muy típica en Chicago) la salchicha viene sumergida en el queso quedando oculta a la vista hasta que le pegas bocado.

El relleno no es abundante. En los ingredientes veo que puede contener leche, pero no la citan explícitamente. Dudo que lo que lleve la pizza sea queso. El queso es demasiado caro como para que esto cueste menos de $5 y encima me atrevo a soñar con que lo echen en abundancia.

Es lo que le falta a la pizza para que sea una deep dish de verdad. La idea está ahi pero la resolución es tímida. La distancia desde la parte superior del relleno al borde es elevada y parte del relleno es simplemente más masa.



Mi parte favorita de los ingredientes es cuando dice “contains bioengineered food ingredients”. ¿Me he convertido en un cyborg después de comer estas pizzas? ¡Estoy escribiendo sin usar el teclado! ¡Puedo volar!

Las conclusiones a las que llego son que a pesar del reducido precio la espera de más de 20 minutos en el horno hace que no valga la pena. Es un buen producto por si te entran los munchies pero si alimentas a tus hijos con ellas claramente eres un mal padre.
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Ir a Applebee's fue una mala idea

Las películas son una fuente inacabable de ideas para ver dónde o qué comer. Fue viendo el documental The Grand Unified Theory of Howard Bloom que presté atención a la cadena Applebee's. En el documental Howard Bloom tiene una cita con una mujer y deciden ir a Applebee's. Hace ya tiempo que vi el documental y no me gustó, así que es posible que esta parte me la esté inventando. Corrígeme si es así.

Le dije a mi mujer que quería ir a Applebee's. La cara de asco que me puso todavía la recuerdo tanto tiempo después.

Este mes de octubre me sorprendió un día diciendo que me iba a llevar por fin a uno. En su momento no hice la asociación pero después caí en la cuenta que es el perfecto restaurante para Halloween. La comida está tan mala que da miedo.

Llegamos poco antes de las 15:00, hora a la que empieza la happy hour y los entrantes están a mitad de precio. Nos hicieron esperar. Mientras tanto pedí un Mountain Dew de color azul. Ni siquiera me apetecía un refresco. Fue el color azul que era tan intenso que tenía que probarlo.



El restaurante estaba lleno de gente variopinta. Delante teníamos a una pareja joven de gran tamaño y delante de cada uno de ellos un plato de pasta con el que yo tendría suficiente para toda la semana.

En la barra había un grupo de señores y señoras de mediana edad que se conocían. Tenía pinta de que eran asiduos. Todos bebían cócteles y uno de ellos pinchaba los trozos de fruta del interior como si estuviese comiendo una ensalada.

Según iba señalando cosas para pedir en la carta mi mujer se iba retorciendo más y más. Siempre me dice que elija yo la comida y luego me va diciendo que no y al final acabamos comiendo lo que ella quiere. Esta vez al menos pude elegir las alitas de pollo deshuesadas con Flaming Hot Cheetos.
También pedimos palitos de pretzel con salsa de queso y mostaza y nachos con dip de espinacas y queso.

Si la descripción no te ha hecho babear la foto de arriba tampoco lo hará.

En Estados Unidos tienen un problema con el queso. Llaman queso a cualquier plástico derretido. El queso americano ni siquiera es queso. Si le añadimos espinacas, una de las comidas que menos me gusta, pues la comida no podía ir bien.

Los pretzels no estaban mal. Al fin y al cabo son un trozo de pan con sal por encima. La salsa de mostaza (y creo que miel) estaba buena. Muy dulce.

Las alitas de pollo... algunas estaban crudas por dentro y tenían líquido blanco. A la ya de por sí desagradable situación le añadí algo que no debería de haber hecho: busqué reseñas en internet. Varias personas aseguraban haber pasado días enfermas tras comer estas alitas.

Dejamos lo que quedaba en la mesa y nos fuimos. Pagamos no llega a $30 por todo.

Siento curiosidad por saber qué tal le fue la cita a Howard Bloom. Me pregunto si seguirá haciendo flexiones.
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